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IZQUIERDA CRISTIANA DE CHILE

 

 

texto: Nueve Puntos

Autor: Bosco Parra. Año 1971

 

PRESENTACIÓN.

A comienzos de 1971 se desarrollaba la tendencia de izquierda cristiana en Chile. Perfilarla suficientemente y convertirla en fuerza popular constituían tareas imprescindibles en ese momento. Es más, la creación de una nueva organización política se vislumbraba como algo insos la ya ble. Fue entonces cuando Bosco Parra, en medio de los tensos ajetreos de la gestación de un nuevo partido, formuló un texto, de carácter ideológico, los Nueve Puntos, con el objeto de que iniciáramos una discusión sobre nuestra participación en la construcción del socialismo. El documento —breve, denso, profundo- sirvió posteriormente de base para el trabajo de la comisión encargada de elaborar los Fundamentos Ideológicos aprobados por la Asamblea Constituyente realizada en octubre de 1971.

 

 

Lectura de los nueve puntos:

 

Punto número 1

La tarea de nuestro partido es contribuir a la implantación del socialismo mediante el aporte de elementos sociales y culturales de inspiración cristiana que amplíen la base de apoyo con que se construye la nueva sociedad, y afiancen dentro de ella la vigencia de los valores democráticos, personalistas y libertarios.

 

Punto número 2

Consideramos el socialismo como el producto de la revolución ininterrumpida de los trabajadores que, en procura de lograr su autogobierno, luchan contra toda minoría que pretenda transformarse en dominante.

El socialismo chileno se inicia durante la época en que la experiencia revolucionaria internacional permite a nuestra clase obrera tomar conciencia de que la erradicación de la propiedad privada de los medios de producción constituye una condición indispensable, pero no suficiente para construir su libertad.

En consecuencia, en Chile deben conjugarse sistemáticamente dos procesos: la superación irreversible de la estructura capitalista y el traslado progresivo de la autoridad a las bases responsables de la actividad productiva.

 

Punto número 3

Aspiramos a la creación de una República de Trabajadores para organizar institucionalmente el socialismo de nuestro país. Pensamos que dicho sistema debe comprender un Estado democrático y un conjunto de comunidades básicas que se relacionen entre sí y con el Estado mediante el plan y la cultura.

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Punto número 4

La cultura de la nueva sociedad es producto de la hegemonía histórica de las clases trabajadoras. Ella se alcanza en la medida que la propiedad social de los medios de producción permite convertir la satisfacción de las necesidades reales de toda la población - y no la búsqueda de ganancias para individuos o grupos- en el principio racionalizador del comportamiento global de la sociedad. El contenido de la nueva cultura se expresa fundamentalmente a través de los valores de igualdad y solidaridad. Sólo ellos pueden cohesionar un país que coloca las necesidades reales de la mayoría en el centro de su actividad y que, por esa causa, debe alterar en profundidad sus pautas de consumo, desplazando las imágenes propias de una sociedad opulenta y organizando sus anhelos colectivos de bienestar en función de un mínimo creciente común para todos.

Este mínimo gobierna el proceso de acumulación, nadie debe financiar el desarrollo consumiendo por debajo de ese mínimo y el consumo que lo sobrepase debe constituir la excepción que tiende a limitarse.

 

Punto número 5

El plan determina las operaciones económico-sociales por cuyo medio se implanta el nuevo principio de racionalidad. El plan toma en cuenta el grado de maduración de la conciencia obrera y, con ese dato, fija las áreas y las proporciones en que el criterio de satisfacción de las necesidades mayoritarias debe combinarse con el de la ganancia para obtener las más elevadas tasas de desarrollo posibles.

 

Punto número 6

El carácter democrático del Estado reside en su capacidad para expresar el proceso ininterrumpido de liberación de los trabajadores. Por ello:

a) debe institucionalizar la hegemonía del proletariado y de todo el pueblo trabajador creando un sistema de poderes públicos que la haga permanente;

b) debe asegurar que dicha institucionalización guarde correspondencia con la pluralidad ideológico-partidaria que objetivamente presenta la clase obrera chilena;

c) debe consultar el sufragio universal, secreto a informado para la renovación periódica de las autoridades y para la decisión popular directa de las cuestiones principales del proceso de construcción socialista.

 

Punto número 7

La gestión de los asuntos propios de la especialidad de las comunidades básicas de sociedad (productivas, territoriales o científicas) corresponde al colectivo de trabajadores que se desempeña en ellas. Este proceso de autogestión y las actividades del plan y del Estado se combinan en forma flexible dando origen tanto a zonas centralizadas como descentralizadas de manejo económico-social.

La vigencia de la nueva cultura y la movilización institucionalizada de la base popular y de sus organismos orientadores deberán asegurar que la centralización no resulte burocrática y que la descentralización excluya un retroceso capitalista.

 

Punto número 8

La base política fundamental de la construcción del socialismo es la unidad del pueblo trabajador. Su obtención constituye por tanto nuestra estrategia permanente.

En las actuales condiciones revolucionarias, la unidad del proletariado y demás fuerzas explotadas no puede obtenerse mediante partidos de vanguardia únicos y excluyentes, cualquiera sea su inspiración.

La gama de problemas objetivos que han aflorado en las diversas experiencias socialistas es singularmente extensa. De ello han derivado estrategias y modelos, frente a los cuales nuestro proletariado debe irse pronunciando de manera suficientemente libre, informada y oportuna. En tal situación concreta, la pluralidad de partidos obreros y revolucionarios aparece necesaria, como animadores de una reflexión democrática que no debe interrumpirse en ningún momento. Refuerza esta conclusión la presencia de fuerzas de inspiración cristiana que se desempeñan no sólo en los grupos medios, sino que en todos los sectores explotados.

La pluralidad sirve a la convergencia. El monolitismo la impide. En consecuencia, entendemos la organización política del proletariado y demás fuerzas revolucionarias bajo la forma de una alianza permanente de partidos en torno a programas de acción concreta que se van construyendo cotidianamente desde el seno mismo de las masas.

 

 

Punto  número 9

El ejercicio del poder político del socialismo pertenece a las clases trabajadoras en su conjunto. Los partidos populares son sólo sus agentes. Por tanto, las diferencias de apreciación entre uno y otro deben ser resueltas en definitiva por el pueblo trabajador. Ello será especialmente válido cuando se trate de determinar las personas que encabezarán cada uno de los distintos períodos de ejercicio del poder central del Estado. En tales circunstancias se realizarán elecciones internas entre todos los componentes de las organizaciones productivas y territoriales del pueblo trabajador, con anterioridad al proceso electoral que envuelva a toda la población. Este procedimiento primario, en la medida que envuelva a las mayorías nacionales, permitirá la obtención democrática de la hegemonía popular y el ejercicio plural de ese predominio. Evitará además el manejo oligárquico de la base obrera por parte de cualquiera minoría dirigente.

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